¡Gracias videasta anónimo!
Varias veces ví a García en vivo: la primera, en Universitario de La Plata, allá por 1983. La última, 17 años atrás, cuando él solito se encargó de arruinar el bochornoso regreso de Serú en 1992.
Poco tiempo atrás, alguien de significativa trascendencia en mi vida me recordó que en 1984 -¿o 1985?- y por disfrutar de uno los mas maravillosos espectáculos que recuerdo, la presentación de “Piano Bar” en el Luna Park, debimos aguantar un terrible aguacero a la salida y la mojadura que un destino alejado –volver a La Plata en micro- ello conllevaba; devenires y peripecias que la historia se ha encargado de glorificar.
Más la gloria se recicla; Charly volvió –tras cumplir con la condena que le impuse, no verlo por mucho, mucho tiempo- y me entregó un show brillante, visceral e hiperprofesional; impactante y movilizador. Y todo, nuevamente, bajo el agua.
No voy a abrumar: Charly es poseedor de canciones que le permiten hacer eso. La lista de temas –siempre debatible: a mí me faltaron “Yo no quiero volverme tan loco” y “Bancate ese defecto”- terminará siendo, fatalmente, abrumadora. Con su banda ajustada, la cosa se simplifica.
Pero deberemos sumarle varios plus a esos tópicos: el nivel musical fue similar o superior a cualquier visita internacional. La expectativa por su resurrección: recuerden que este contradictorio blog presagio su muerte, esa que, de algún modo, se concretó; ver a Charly santificado pero no domesticado; Luis Alberto -¡Luis Alberto!- en escena, reconciliándose los dos mas grandes, en vivo y por TV.
Y la bendita lluvia; esa que acompaña los goces supremos e impone la sensación de que vale la pena estar vivo y ahí. Porque la lluvia hizo que todos nos sintiéramos parte de una gran comunión, nos identificásemos con el ritual y nos considerásemos coprotagonistas del hecho que el Mas Grande estelarizaba. La discoteca que yo ví, sobre los céspedes y las gradas, no tiene mucho parangón en mi memoria recitalesca de 25 años y decenas de hitos.