sábado, julio 19, 2008

Batman o la reinvención del mito.


Tiempo atrás, nos referíamos al impacto que un hecho extra-cinematográfico podía generar en la carrera comercial de un film: la muerte de Heath Ledger importaba un desarrollo de suspicacias en torno a una de las películas cuya espera resultaba de lo más atractiva.

Desde su anticipo en Cannes y hasta pocos días atrás, la expectativa se potenció, aunque ya por afuera de aquel trágico desenlace. Los privilegiados primeros espectadores se manifestaban deslumbrados con las imágenes que habían visto y el marketing viral impuso la marca aquí y allá. Las críticas iniciales ubicaron a la película como la más elogiada del año.

Recordemos: “El caballero de la noche” se presenta como la continuación de “Batman inicia”, mediante el cual Christopher Nolan redefine la saga del superhéroe, a través de un medio mas drámatico y policial, obviando –hasta el descarte- lo onírico y lo fantasioso.

Aunque aquel no había sido el film perfecto, su misión podía ser considerada cumplida si abría el camino a un derrotero casi ilimitado, mas propio de serie que de cine.

La inmediata consecuencia es este caballero oscuro que, como film, me atrevo a señalar como el más importante de la cinematografía de acción hollywoodense desde “Matrix”, a nivel de impacto de “Fuego contra Fuego”, “El Silencio de los Inocentes” o “Terminator”.


Exageradamente ambiciosa, cumple largamente su cometido:

1) formaliza “seriamente” los presupuestos de la historieta, a saber:

a. redefine al “bat-man” en su cruzada: un parapolicial.

b. Justifica el origen del Guasón: es un desheredado, contratado por la mafia local, que no lo contiene.

c. De igual modo con Harvey “Two Faces” Dent: su desquicio es el extremo de una opresión, una tortura. Su deformidad es apenas una clave, una anécdota.

d. Bruce Wayne es un lógico, pero también un ingenuo. Su dispersión es superada por planes ajenos. Sus contradicciones están superadas, por cuanto se justifica. Pero no está seguro ni de lo que hace ni de lo que hará. Su éxito es siempre relativo, salvo en lo físico, en donde supera a cualquier rival.

2) propone un tratado político, en donde la vocación de servicio es un bien escaso –casi nulo. Pero al mismo tiempo describe una carrera: como alguien ha señalado, la película es la historia de Harvey Dent, ascenso, llegada, gloria, caida y redención “post mortem”.

3) Coquetea con la crítica al capitalismo; dos escenas claves:

a. Dent se siente mas incomodo con los amigos ricos de Bruce Wayne que con los criminales a los que persigue. Se lo hace saber a su “novia”, pidièndole no lo deje solo

b. El Guasón quema la plata, a vista de sus alcahuetes. El contexto de ese acto es mas filosòfico, pero la imagen existe.

4) Es una trama urbana de desencanto. No hay escena cuyo drama no se enmarque en cemento.

Desde lo cinematográfico es impecable. El montaje –escenas de contrapunto, mezcla aguerrida de hechos contemporáneos- rememora el final de “El Padrino III”. Tiene, al menos, 5 escenas antológicas; revelo, apenas, la iconografía que despierta el interrogatorio al Guason, con dos puntos clave: la aparición del murciélago desde la oscuridad y la –brillante, descomunal- traba de la puerta. El titán descerrajado.

La música incidental es atrozmente provocadora: solo parte de la persecución –Batman en su Batpod y el vuelco del camión- contiene un silencio espasmódico. Nos hemos olvidado del himno heroico de Danny Elfman y sus derivados, acaso por la brillantez del nuevo opus.

Caemos en el lugar común al poner en un lugar superlativo a Heather Ledger. Pero es la construcción del personaje que Nolan le entrega –picando en el punto del penal- la que lo posibilita. Bale está exacto: no habría mejor forma de hacerlo. Gary Oldman refleja a un actor contenido, representando la reserva moral que su personaje genera.

Morgan Freeman, desde un lejano secundario, tiene su momento y lo hace con la presencia que su condición impone. Ese instante –la expresa objeción moral al superhéroe- justifica su salario y le cabe a él, solo a él, el único actor que puede hacer de presidente con autoridad. Eckhart es mejor bueno que malo; Caine es una notable presencia.

Alguna sentencia en boca de los personajes puede resultar pretenciosa. Pero esa univocidad no distrae, construye. Y entonces cierra.

Una película excepcional. El mejor film del año, sin dudas.

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