sábado, marzo 11, 2006


El Único Estadio.

Desafortunado lector: será usted víctima de una obsesión personal. Obsesión que en estos días no tiene otra respuesta sino la decepción, con consecuencias que el escriba nunca había supuesto para sí.
Y sí, debe saber Ud. que poco a poco estoy dejando de ser hincha de Estudiantes. No se alegre ni se ofenda: no es una traslación hacia otros colores -conozco algunos, impresentables-; es la comodidad, el confort y una modesta actitud cívica, la fuente del empuje.
Conoce, Estudiantes no quiere jugar en el Estadio Ciudad de La Plata. Esto es: no estando habilitado a jugar en 1 y 57, ni autorizado en la también peligrosa 60 y 118, ofrece sus ventajas localísticas (de locales y logística) en el bonito estadio Centenario (¿Montevideo?), a 40 kms., en Quilmes.
Yo, apenas un simpatizante -no soy dueño, no pago cuotas sociales- querría retomar cierta abandonada actitud de concurrir a los eventos futbolísticos en vivo y sin TV. La principal motivación: el pincha volvía a la Libertadores. Que glorioso! Recuerden, infantes: Veron, Madero, Conigliaro; Sabella, Russo, Trobbiani. Bilardo.
Contemporáneo, un bello estadio se inauguraba en la ciudad. Dudosa reputación, flojitos antecedentes, aunque una adecuada respuesta pública a un interés común. Valga recordar: mal ubicadas, una ciudad futbolera como la nuestra tenía -hasta hace apenas 10 años atras- dos canchas propias de la primera mitad del siglo XX.
Asi como con las autopistas, los celulares, los monitores de nuestras PCs y hasta nuestras ideas, algunos creímos adecuado que se renovase nuestro confort futbolero -el nuestro, no el de TyC ni el del dueño del corralón de Sarandí- a la nueva era, y apoyamos con fervor, la panorámica idea del 8 en el viejo Estadio Provincial.
En algún lado, el esquema falló: la tradicional ineficiencia argentina y el error burocrático, pero también nuestra concepción Cromañon de la vida y la desfachatada cultura de "El Aguante", consiguieron que los simples hinchas pinchas, fuésemos invitados a un modestísimo traslado que importase unos $ 40 en nafta, el peligro de una zona desconocida y un gran negocio para el peajista de turno, viejo amigo de Alak, Alegre, Mussi y el finadito Duhalde.
Desde el fervor, las mentes simples se entusiasmaron con el protagonismo de las masas en un 0-3 devenido en 4-3. La cercanía de miles de bocas en los oídos peruanos, dicen, destronó a los contrincantes, acostumbrados a los estadios de proporciones épicas de Lima.
La racha no pasó de allí: varias derrotas consecutivas - y los bolsillos mas flacos-, hacen de la travesía una duda; no creo, mi estimado, que ocurran cambios en lo inmediato. Quizá menos miles de traslados.
Le interesa saber de mí?. Bien. Apenas me aproveché de mi debilidad familiar, y me fuí, con mi gordito padre, a disfrutar de un buen espectáculo: Gimnasia-Olimpo; ¡como envidié al triperaje, que decisión tomaron!. Dudé, reconozco, en ir con los autoconvocados, mi conocido Gaskin y el simpático Basile, pero la radio en el monumento sonaba "kitsch". Y yo apenas soy moderno.
Hoy por hoy, en tanto el fanatismo y la mezquindad nos dominen, no penaré tanto por los destinos pinchas. Y solo si me ofrecen el nuevo estadio, prometo, iré un par de veces por mes.
Porque, catzo, la verdadera dignidad está en ser todos mejores tipos y mas felices; y le juro, atento observador, que al menos lo último, sentí que la gente lo vivía en 25 y 32.

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